Educación emocional: 7 consejos PRÁCTICOS para gestionar mejor las emociones de los niños

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Cuando un padre se enfrenta a una explosión emocional en su hijo: ira y miedo, tristeza y disgusto, sorpresa y felicidad, a menudo no sabe cómo manejarlo.

"No hay recetas para ser buenos padres", escribe un médico y psicoterapeuta de la edad del desarrollo, en su libro "Educación emocional" (Fabbri Editori), pero según recientes investigaciones científicas basadas en la neurociencia, lo que puede marcar la diferencia es la educación emocional: es decir, hacer que su hijo se sienta comprendido y acogido en sus emociones. “El adulto tiene que convertirse en un entrenador emocional”, explica Pellai.

Las emociones primarias son: ira, tristeza, asco, miedo, sorpresa y alegría, de donde luego derivan las secundarias que son: ansiedad, miedo, terror, angustia, desolación.

Aquí hay seis ejemplos prácticos de cómo un padre debe manejar estas emociones y qué estrategias implementar para contenerlas.





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1. Educación emocional: el padre debe “sentir” a su hijo

El padre de familia, además de las funciones primarias de cuidado y cuidado, debe velar por el crecimiento pacífico de su hijo. Para ello, es fundamental que empatices con él. El niño debe ser "sentido y comprendido" en un nivel profundo en la mente de sus padres. “Un niño crecerá tanto más seguro y protegido cuantos más adultos estén a su lado capaces de sentir y pensar lo que él siente y piensa y que, al comprender sus estados mentales, darán respuesta y satisfacción a aquellas necesidades que él no puede para expresar".



2. Manejar la ira: crea un "rincón" en casa donde el pequeño pueda desahogarse

“Los cimientos para un manejo saludable de la ira se construyen en la infancia y derivan de la competencia con la que los adultos saben responder a las necesidades del niño desde una edad temprana”.
Cuando el niño está furioso y tiene una rabieta, el padre emocionalmente competente no tiene que caer en el guión de "eres mi enemigo", sino convertir esta oposición en cooperación..
En definitiva, ante un mega capricho, el progenitor en lugar de perder el control en turno debe demostrar con hechos que las emociones fuertes son manejables y los adultos somos capaces de ello.

Pellai recomienda establecer un rincón en casa donde acompañar a los niños que están teniendo caprichosi, un rincón donde la emoción puede descargarse hasta agotarse, para que luego la calma vuelva a la casa y padre e hijo puedan volver a sentirse aliados.

Fue un espacio para asentarse. El padre, acompañando al niño, puede decir: "Como estás tan enojado, ahora te pongo en la esquina de la ira. Aquí puedes gritar todo lo que quieras, luego cuando te hayas calmado puedes salir, así que podemos hacer algo bueno juntos".
En el rincón de la ira el niño aprende a recuperar el autocontrol: este proceso se llama autorregulación emocional.



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3. Manejar la tristeza: un pequeño masaje al corazón

"A los adultos no les gusta ver a los niños tristes. La tristeza es considerada una especie de tabú”.

Por eso, cuando un niño lo experimenta, tiende a encerrarse en sí mismo, mientras que en cambio se le debe ayudar a contarlo y compartirlo.

Por ejemplo, ante el duelo, tendemos a decirle al niño que el abuelo se fue para un largo viaje… El niño seguirá experimentando la tristeza de no ver más a su abuelo, además se confundirá con las falsas verdades. que lo rodean.

“El mundo está lleno de hombres que al no saber manejar la tristeza se vuelven violentos, o de personas que ocultan su tristeza dedicándose al trabajo oa otra cosa solo para llenar un vacío”.

Así que si vemos a nuestro hijo triste, en vez de intentar animarle, acostumbrémosle a reconocer esta emoción y ayúdele a superarla.

"Lo mejor es un buen masaje alrededor de su corazoncito explicando precisamente lo que creemos que lo pone tan triste.! Por ejemplo, podemos decirle: "Bebé, ¿estás triste porque perdiste tu juguete favorito, quién sabe dónde estará ahora? Podemos ir al parque a buscarlo, luego si no lo encontramos, iremos a una tienda a elegir uno nuevo juntos".

Entonces el niño advierte que su emoción es reconocida y comprendida, mientras tanto la mano que lo masajea lo medica justo donde siente el "dolor". También en la narración el padre propone una solución para superar el problema. De esta forma se fortalecerá la relación padre-hijo en cuanto a la competencia emocional.

4. Lidiar con el asco: si no quieres comer en la mesa, prueba el juego del almuerzo con los ojos vendados

“El asco es la emoción que uno siente frente a algo que percibimos como peligroso para nuestra seguridad”.

Las primeras manifestaciones de asco en los niños están relacionadas con el sabor de los alimentos que se llevan a la boca. Y esta emoción la expresan de forma exagerada los más pequeños con la expresión: “Qué asco”.

Cuando los niños vuelven a traer esta frase a la mesa no es tanto porque la comida les parezca repugnante, sino porque les gustaría encontrar en ella alimentos más sabrosos y apetecibles.

"Como padres tenemos el deber de ayudar a nuestros hijos a apreciar todos los gustos y todos los sabores”. Por eso, frente a un niño que en la mesa nos dice “no me gusta, me da asco” hay que aclarar que ningún alimento es asqueroso ya que ha sido preparado con amor por quien ama nuestro cuerpo necesita no solo alimentos golosos sino también nutritivos y ricos en vitaminas.

Dicho esto, prueba el juego del almuerzo con los ojos vendados: Coloque en el plato cinco porciones pequeñas de diferentes alimentos (incluso los que no desee), luego, con los ojos vendados, pídale que pruebe todo y adivine lo que se lleva a la boca.

Así el pequeño aprenderá que la comida que él llamó pésima puede ser buena.

Otras estrategias: haga composiciones en el plato, como caritas, e involúcrelo en la preparación de la cena.

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5. Manejar el miedo a la oscuridad: el ovillo

“El miedo es una emoción que tiene muchas formas de manifestarse. Unos tienen miedo a la oscuridad, otros a los perros, otros a la tormenta…” Casi todos los niños, durante su primera y segunda infancia, tienen muchos miedos, pero el la cercanía afectiva del adulto puede ayudarlo a superarlos. Y es uno de los entrenamientos emocionales más tempranos y efectivos.

Si un niño tiene un miedo, aunque sea muy irracional, el padre debe hacer un esfuerzo para entrar en la mente del niño y comprender este terror. Por ejemplo, si un niño tiene miedo a la tormenta, debe aceptar esta emoción, pero también encontrar la forma de gestionarla y, por tanto, controlarla.

Por ejemplo, si tu hijo tiene miedo a la oscuridad y quiere que te quedes con él hasta que se duerma cuando se vaya a la cama, Prueba el truco del ovillo: su hijo en la cama sostendrá el hilo mientras usted lo desenrolla y se sienta fuera del dormitorio con la pelota en la mano. Cuando el pequeño sienta venir el miedo podrá tirar del hilo, de esta manera sentirá tu presencia.

IEl hilo simboliza el vínculo que existe con los padres incluso cuando están lejos.

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6. Gestiona la sorpresa: la emoción que puede ayudarte a motivar a tu hijo

“La sorpresa es la emoción que se apodera de nosotros cuando la vida nos pone frente a algo inesperado. Puede ser algo positivo, pero también tiene su lado negativo”.

Sin embargo, los padres pueden utilizar la emoción de la sorpresa de forma constructiva.. Por ejemplo, decirle a un niño: "Si eres bueno, entonces te dará una sorpresa" es una frase ganadora para ayudarlo a lograr una meta y una meta educativa compartida. Al pequeño no le interesará tanto el objeto sino la sorpresa en sí. La sorpresa es algo que uno no espera y por eso significa: "Pensé en ti, te amo, eres importante para mí".

Un juego que puede ayudar a motivar a tu pequeño es la bolsa de sorpresas.
Si quieres que tu hijo sea capaz de conquistar una etapa de autonomía que es importante para ti (acuéstate temprano, lávate las manos antes de las comidas, ordena los juguetes…), prometerle su bolsa sorpresa una vez que logre el objetivo propuesto. Todos los días puedes poner un pequeño regalo que le darás por la noche si se ha logrado el objetivo propuesto y discutido.

7. La felicidad: es una emoción que hay que compartir

"La felicidad es una emoción que nos empuja hacia las experiencias más hermosas de la vida".

también la felicidad es una emoción que necesita ser compartida. "Si mamá y papá comparten mi felicidad, el mundo es un hermoso lugar para vivir", piensa el niño feliz.

Un niño que siente tanta felicidad se siente desorientado si se encuentra frente a un adulto incapaz de captar y compartir con él esta emoción.

"No solo tenemos que traer felicidad a la vida de nuestros hijos, sino también debemos reconocer cuando son felices.

Una sugerencia para crear compartir es fson pequeños álbumes de fotos de recuerdos felices. “Será maravilloso hojearlos con tus hijos y revivir nuevamente con ellos los hechos en los que compartiste esa hermosa emoción”.

La albúmina de los recuerdos felices será un tesoro a atesorar con el tiempo.

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Déjalo jugar tanto como sea posible, elogia su compromiso, crea recuerdos felices y cuando esté triste ayúdalo a aceptar la emoción negativa. Y no te olvides de cultivar...

Actualizado el 07.09.2022

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